sábado, 12 de marzo de 2016
Samael
Él no buscaba nada, eso estaba claro. En su retirado Bosque ella reinaba sin pensar en otra cosa. Habrían logrado vivir eternamente uno sin el otro, pero un día se juntaron sus caminos, paralelos, distantes, no del todo separados. En sus oscuros ojos, él reconoció un reflejo, sin embargo, ella no podía mirarlo, aun si se cruzaba con él por un sendero, no lograba reconocerlo. Por lo que decidió hechizar un espejo, que le permitiera verlo. Pero el hechizo no sirvió como ella deseaba, Samael era inmune a sus hechizos, rebelde a su llamado, el conjuro apenas le permitía leer sus pensamientos, hasta los más oscuros.
Esto, lejos de satisfacerla, aumentaba sus ganas de conquistarlo, darle a morder la manzana envenenada, encerrarlo en su gruta más profunda, todo por poseerlo. Él inmune a sus hechizos, no lo era, sin embargo, a sus encantos. Cuanto más torcida y perversa, más entretenido disfrutaba de los intentos que ella hacía de acercarse. Ocultos en el bosque, juntos y distantes, danzan en la noche, sin lograr encontrarse.
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