viernes, 8 de agosto de 2014
De mi madre...
Cuando la vida pasaba despacio, yo solía observar en silencio desde la puerta su imagen femenina reflejada en el espejo, mientras ella, como un ritual cotidiano, elegía de entre su arsenal cosmético aquello que mejor cuidaba su tez y resaltaba sus rasgos. Y era con los restos de su pintalabios rojo que yo hacía mis primeros intentos, preguntándome embelesada cuál era el secreto de su belleza.
Hoy que la vida pasa deprisa, sigo observando a mi madre en silencio, y a pesar de su caminar ya lento, su cabello aún ondea con gracia y su rostro parece que ha conseguido parar el tiempo. ¿Su edad? Ella sonríe… Porque es su sonrisa el secreto de su belleza.
Yolanda García
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